La tasa de mortalidad de niños y adolescentes con cáncer es mayor entre los indígenas, según la nueva edición del Panorama de Oncología Pediátrica, del Instituto Desiderata. Los datos obtenidos del Ministerio de Salud y del Instituto Nacional del Cáncer (Inca) muestran una tasa de 76 muertes por cada millón de indígenas al año.
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Entre los niños y adolescentes blancos, esta tasa es de 42,6/millón, y baja a 38,9/millón entre los negros y a 38,9/millón entre los identificados como amarillos, que son de origen oriental.
Según el último Censo, casi el 45% de los indígenas de Brasil vive en la Región Norte, seguida de la Región Nordeste, donde vive el 31,22% de esta población. Estas son las regiones que presentan menor incidencia de casos nuevos: 111,1 por cada millón de niños y adolescentes en el Norte y 138,1 en el Nordeste. Pero también son los dos con mayores tasas de mortalidad: 47,5 y 44,5/millón, respectivamente.
La coordinadora del Servicio de Oncopediatría del Hospital de Oncología Pediátrica Octávio Lobo, en Belém, Pará, Alayde Vieira, no descarta que el número de casos pueda ser mayor y que haya subregistro. Según ella, múltiples factores pueden estar contribuyendo a esta alta tasa de mortalidad en la Región Norte, empezando por cuestiones geográficas que dificultan el acceso a los servicios de salud:
“Tenemos mucha dificultad para desplazarnos. En el estado de Pará, por ejemplo, tenemos 144 municipios y, a veces, en el propio municipio, como es el caso de Altamira, para viajar desde una comunidad indígena ribereña hasta la propia ciudad de Altamira, tengo que recorrer 1.000 kilómetros. Y eso no se puede hacer a pie o en coche, solo en avión o barco”, explica la coordinadora.
Servicio
Los propios servicios existen en menores cantidades en la región. Actualmente, Brasil cuenta con 77 hospitales capacitados en oncología pediátrica. Más de la mitad de ellos - 36 - están en el sureste, sólo 3 de ellos en el norte. Como resultado, más del 40% de los pacientes hasta 19 años de edad necesitan ser atendidos en un hospital sin servicios especializados y más del 20% tiene que viajar a ciudades distintas a donde vive para recibir tratamiento.
Y a estas dificultades se suma un escenario socioeconómico desfavorable. “Tenemos una tasa de abandono del tratamiento más alta que en las regiones Nordeste, Sur y Sudeste, porque tenemos un niño que vive en una región ribereña, en un quilombo, en una aldea… ¿Y si la madre tiene bajos ingresos, cuyo padre necesita trabajar, con quién deja a los otros niños? Entonces, hemos tenido varios relatos de abandono del tratamiento, no porque la madre no quiera, no tenga interés o no quiera a su hijo, sino por su condición socioeconómica”, agrega Alayde Vieira.
El oncólogo explica también que la atención a los niños indígenas requiere un enfoque especial, porque algunos pacientes, por razones genéticas, metabolizan los medicamentos de manera diferente:
“Usamos el mismo medicamento, el mismo volumen, la misma dosis, y nuestros niños desarrollaron toxicidades. Y eso nos llamó la atención. Entonces hicimos un estudio que duró más de 10 años y empezamos a observar que nuestra población indígena, o la población mestiza, que es mayoritaria en nuestro estado, cuando su ascendencia genética indígena estaba por encima de cierto valor, empezaban a presentar mayores efectos secundarios. Tienen 28 veces más posibilidades de intoxicarse y desarrollar infecciones graves y severas que otros niños”, explica el especialista.
La solución fue crear un protocolo diferente, con mayor hidratación y administración de antígenos para proteger a los órganos de efectos secundarios, por ejemplo, lo que según el médico aumenta el desafío de tratar a esta población.
El Panorama de Oncología Pediátrica está disponible en el sitio web para consulta del público y especialistas.
Fuente: Agencia Brasil
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