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18/08/2019 - Por Carlos A. Villalba

Macri no solo perdió, el modelo se le cayó encima

El rechazo rotundo del pueblo argentino a las políticas de Mauricio Macri y su equipo gerencial en las “internas” presidenciales del domingo 11 de agosto adelantó el reloj electoral y dejó al líder de uno los grupos económicos más poderosos del país sin posibilidad de reelección.

El voto impiadoso para con los destructores de cualquier tipo de bienestar y hasta de los consumos básicos, instaló a un país que ya padecía una vulnerabilidad económica extrema en una situación de inestabilidad difícil de sostener hasta el 27 de octubre de la elección general, ni qué decir a lo largo de los cuatro meses que faltarían para la asunción de Alberto Fernández, titular de la fórmula compartida con Cristina Kirchner que se encargó de poner freno a las posibilidades de perpetuación del proyecto de transformación regresiva de la Argentina.

Inmediatamente después de su catástrofe electoral, se sucedieron las apariciones del mandatario y su negación de la realidad, al punto de afirmar que aquellos comicios no existieron, la descalificación de los votantes que le dieron la espalda – no menos del 65% del electorado – y la falta de asunción de sus responsabilidades.

La “corrección” guionada del miércoles, a través de un discurso que debió grabar tres veces antes de que le dieran aire, fue un vano intento de frenar a los especuladores que, además de enriquecerse con la devaluación del peso, aumentaron la destrucción de los bolsillos con alzas que arrancaron en el 30% y no se sabe hasta dónde treparán.

Propios y extraños piensan en cómo “acortar los tiempos” de una situación que, además de llevarse puesta la construcción política del PRO -con posibilidades, incluso, de perder el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires-, pone al país al borde de ese abismo inflacionario que, siempre, acerca las aspas del helicóptero presidencial al helipuerto de la Casa Rosada. Sin embargo, nada podrá cambiar los calendarios hasta que Macri acepte que perdió; “game over” diría él, que acostumbra disculparse con un “sorry”.

Esa es la cuestión, aún sin que Fernández tenga en sus manos calavera alguna. El presidente saliente pretende ser el primer antiperonista en terminar su mandato constitucional; el peronismo entrante no quiere hacer ninguna ola que pueda empujarlo, porque esa es la concepción política del nuevo líder de este movimiento gigantesco que logró constituirse en un frente multipartidario y multisectorial. Además, porque sería absurdo compartir las desgracias electorales que producen la debacle gubernamental.

De todos modos, tanto en el Congreso como en Tribunales desempolvaron ejemplares de la Constitución Nacional, para repasar su Artículo 88; al lado pusieron copia de la Ley 25.716. Son números tal vez incomprensibles, salvo que se aclare que los unos y los otros definen las acciones a desarrollar en caso de “acefalía”; en Castellano sencillo, se trata de cuál es el camino para reemplazar a un Presidente en caso de que, por ejemplo, renuncie, las características del método de la escogencia de su reemplazante y, por último, las condiciones que debe cumplir el mismo.

Papeles en el Titanic

Con el 68% de argentinas y argentinos votando en contra del “Cambio” amarillo y con una proyección del 47,66% obtenido el domingo 11 por Los Fernández con posibilidades de raspar los 60 puntos en las generales, el Jefe de Gabinete Marcos Peña no tuvo mejor idea que ponerle el nombre “Ellos no ganaron” al papel que distribuyeron en el encuentro de catarsis, dislates y esquiadores en el tórrido verano europeo celebrado el jueves 15 en un Centro Cultural que lleva el nombre “Néstor Carlos Kirchner”.

Un poco más realista, el único funcionario que queda predicando imposibles posibilidades de resurgimiento, subtituló las tres páginas que tratan de mantener el ideal de la segunda vuelta con la frase “Línea discursiva para aguantar”; ya constituye un clásico que Peña haga redactar documentos que terminan siendo inútiles para los cuadros de la Alianza del PRO, con los radicales y Carrió, a la que se subió en el final de su carrera política el ex peronista Miguel Pichetto, derrotado hasta en su propia mesa rionegrina de votación.

La minuta le afirma a una dirigencia derrotada, con aliados saltando el charco, intendentes y gobernadores preparando un corte de boletas al que se aferran para no perderlo todo, que “vamos hacia el balotaje”. Durán Barba, despedido con un shot que lo sacó por Ezeiza, no podría haberlo hecho peor.

El propio equipo del rey de la mercadotecnia electoral, aplastada el domingo por la política, la participación y la bronca de los perdedores del modelo instaurado el 10 de diciembre de 2015, tuvieron la ingenuidad de filtrar las opiniones de su jefe, con la intención de que el electorado crea que “los problemas del dólar y demás (de hoy en adelante) son causados por el Frente de Todos”. En realidad, documentaron los dichos de Macri la noche que mordió el pasto y del lunes de su negación de una situación que no consigue aceptar.

Dos meses atrás, los seguidores de esta columna tuvieron acceso a los “contraargumentos” de Marcos Peña a las críticas que esperaba recibir durante la campaña electoral por la crisis económica y social generada por las políticas de su jefe y los grupos económicos que lo secundan. Ante la imposibilidad de explicar la situación sin asumir las responsabilidades que surgen de sus más de tres años de gobierno, el oficialismo distribuyó en junio entre sus cuadros de mayor exposición mediática el papel titulado “Talking points reactivos”.

Intentaron darles letra para justificar problemas como de deuda externa, inflación, impuestos, pobreza, tipo de cambio, PyMEs, mercado interno y tasas. Aquellos razonamientos se podían resumir diciendo que todos los problemas que enfrenta la población se deben a que “el kirchnerismo dejó un país arruinado”.

La realidad hizo trizas la argumentación y la orden siguiente fue la de borrar los temas económicos de escena. Alberto Fernández los empujó hacia el centro de la cancha y logró un triunfo por goleada.

La maniobra feroz

El juego que se disputa en el país no es cosa de incautos, ni deporte de aficionados; la elección presidencial se encuadra, no solo en la confrontación de modelos de los que depende la suerte y el bienestar popular, sino que se enmarca en la situación de la región en general y el Mercosur en particular y llega las alturas de las correlaciones de fuerza entre Estados Unidos y la República Popular China.

Eso expresa por qué el FMI, cuyo principal accionista es el gobierno de Washington, fue obligado por Donald Trump a entregar el mayor crédito de su historia a un gobierno que usó los recursos para sostener políticas de campaña electoral y el intervencionismo del mandatario de la principal potencia sudamericana, como es el brasileño Mesías Bolsonaro, en los asuntos electorales argentinos.

También explica la importancia de los actores que participaron de la maniobra financiera del viernes previo a los comicios, arrastrando al “mercado” a sobreactuar una suba de acciones e interpretar el “clima” bursátil, como el indicador irrefutable del “triunfo” de su candidato, Mauricio Macri.

Las entidades que operaron ese juego fueron las representaciones locales del JPMorgan Chase Bank, entidad global que opera como banca de mayoreo e inversión, con acceso a mercados, empresas, gobiernos e instituciones financieras multilaterales en todo el mundo, y el HSBC, transnacional de origen británico, famosa por su especialización en fuga de divisas hacia las guaridas fiscales. La mayoría de los miembros de las áreas económicas de la gestión Macri fueron o son empleados de una de ellas, o de las dos. Los acompañó el español Banco Santander, otra de las mayores entidades financieras del mundo, con inserción en los mercados de Europa, Estados Unidos, México y Sudamérica.

La operación se basó en los datos creados por la consultora Elypsis, fundada por el amigo presidencial Eduardo Levy Yeyati, quien llegó a dirigir el programa “Argentina 2030”, dependiente de Marcos Peña. A través de una rueda de teleconferencias, Luciano Cohan (director de la empresa y Subsecretario de Programación Macroeconómica del Ministerio de Hacienda entre 2017 y 2018) instaló en Wall Street y en Buenos Aires que, con un 38 a 37% “Macri gana por un punto”, un número que en las generales de octubre “garantizaba” la segunda vuelta y la consecuente reelección.

Las tapas de los diarios que marcan la agenda informativa nacional festejaron el “cierre optimista de los mercados”, en las vísperas de la elección y en plena veda. El editor de Clarín y segundo al mano del diario del grupo Magnetto se atrevió a más y estampó su firma bajo el título “Si los mercados votan, votaron ya por Macri”.

Después de que la realidad pasara por arriba todas esas maniobras y que Macri hablara enojado contra la ciudadanía, primero para mandarla a dormir, después para retarla por su elección, el peso se devaluó 31%, de los $46,54 del viernes saltó a los $62,17 del miércoles; la tasa de interés de las Leliq llegó a los cielos del 74% y el Riesgo País se pegó a los 1950 puntos. La corrida cambiaria y la estampida provocada intencionalmente por la reacción presidencial hizo que, en apenas tres días, el país perdiese u$s 2.078 millones.

Y lo peor sucede en los supermercados, los almacenes, las verdulerías, carnicerías y panaderías, donde los precios de la mayoría de los insumos básicos subieron 30%, con los primeros indicadores de desabastecimiento y cierres de negocios a la espera de que termine la escalada.

A alambrar a alambrar

Como sucede cada vez que el mundo queda patas para arriba, unos huyen por los tirantes y algunos sobrevivientes se agarran a lo que pueden. Cambiemos, resquebrajado desde antes como casi toda alianza armada en base al “espanto” y “en contra de”, en este caso Cristina y el peronismo, terminó de implosionar en las últimas horas del domingo, cuando se arriaban los globos amarillos y el Mago sin Dientes no entendía su soledad de bufón en la inmensidad del palacio de un rey que ya no era.

Los gobernadores “radicales” de Mendoza, Alfredo Cornejo; Corrientes, Gustavo Valdés, y Jujuy, Gerardo Morales, antes de dar el portazo, ya avisaron que asumirían la dirección de la campaña para las generales, sin aceptar indicaciones de la Casa Rosada. Los tres perdieron las PASO, tanto en el rubro presidencial como el de diputados nacionales, incluso en el distrito cuyano donde el Frente para Todos corría desde muy atrás.

En la provincia de Buenos Aires el hasta ahora Juntos por el Cambio, enfrenta un panorama desolador, con posibilidades de que la “ola fernandista” los desaloje de municipios donde están gobernando, como Lanús, Quilmes y hasta Morón, donde el ex intendente kirchnerista Lucas Ghi ya le sacó más de 7 puntos de ventaja a Ramiro Tagliaferro, actual jefe municipal y ex marido de María Eugenia Vidal. En Bahía Blanca y Mar del Plata la situación también se les puso muy complicada ante la avalancha, después de imponerse por un pelo en las primarias.

El panorama desolador y la reacción inicial de Macri hizo que apareciese alguien con intenciones de “reducir daños”, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Su primera decisión como primus inter pares de los náufragos fue despedir a Duran Barba; la segunda, reconocer ante sus íntimos que terminó una etapa y solo le queda intentar resistir tras la muralla de la General Paz, contener el oleaje que el domingo 7 ya vio encresparse en el cordón Sur de la ciudad, mantener su buena ventaja en las primarias ante Matías Lammens y ganarle en un ballotage en el que ni siquiera pensaba.

Con clima de primavera la capital argentina se dirigía hacia un fin de semana de tres días por el feriado del 17 de agosto en homenaje a José de San Martín, el máximo héroe nacional, aquel que sentenció que lo importante es ser libres y “lo demás no importa nada” y para lograrlo, si es necesario, “andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios”.

En la Casa Rosada trabajan a destajo inventando “planes de alivio”, aspirinas para una situación en estado de cáncer. En territorio del Frente de Todos no paran de recibirse mensajes, algunos con la calidez de presos políticos como Lula da Silva, otros de los jefes de los principales grupos económicos y hasta del Fondo Monetario.

Los jefes de uno y otro espacio pisarán el mismo escenario el próximo jueves 22, el del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), en el marco del seminario “Democracia y Desarrollo” organizado por Clarín, que tendrá a Héctor Magnetto, CEO del grupo, en primera fila.

Alberto Fernández desconoce si su turno será antes o después que el presidente Macri exponga; seguramente sus asesores le apuntarán que, un ya lejano 6 de junio y desde el mismo lugar, el senador Pichetto predijo “el fin del kirchnerismo”.


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