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10/08/2018 - Escribe Juan Filippin

Un león, un perro y la posverdad

A simple vista parece una rareza. Qué relación puede haber entre dos mamíferos carnívoros de cuatro patas y la posverdad?. Efectivamente es así, pero en el transcurso de estas líneas trataré de encontrar algún punto de encuentro.

Detalles.

Posverdad es un neologismo de moda en el discurso público,  político y mediático desde hace un par de años. Precisamente el diccionario Oxford la   eligió como  palabra del año a Post-truth o posverdad, en el 2016.

Para algunos, posverdad es aquella afirmación o aseveración que no se basa en datos objetivos  sino que apela a emociones, ideología, creencias y deseos del público. Para otros, tiene como objeto disolver evidencias y certezas, para lo cual recurre al diseño de imágenes y slogans elaborados por especialistas,  que buscan el impacto rápido. Por supuesto, el efecto es efímero y luego es tapado por otra operación de posverdad y así sucesivamente. Es en definitiva un gran eufemismo con nombre pretencioso.

Lo cierto es que la posverdad, ha venido a enriquecer nuestro léxico cotidiano acompañado de algunos derivados no menos sofisticados  y elegantes, tales como conflicto de intereses en reemplazo de corrupción;  agente fiduciario como sucedáneo de testaferro; fake news,  por noticias falsas; crecimiento invisible suena más amigable que recesión; sinceramiento que es  lo mismo que ajuste pero menos agresivo;  o law fare,  por guerra judicial. Este último concepto merece párrafo aparte.  Fue desarrollado por el Departamento de Justicia de EEUU a través del proyecto Puentes, para colaborar con los poderes judiciales de los países latinoamericanos, mediante cursos, viajes, seminarios y conferencias con el objeto de  ayudarlos en la lucha contra la corrupción. Es su personaje emblema el juez Sergio Moro de Brasil y en la región su praxis se ha manifestado a través de la acción coincidente entre medios de comunicación y jueces.

Sin ánimo de contradecir al diccionario inglés, debo reconocer que el tema es tan viejo como el mundo, aunque cambie de nombre.

En 1997, una gran película del cine norteamericano,  que en Argentina se conoció como Mentiras que Matan o Escándalo en la Casa Blanca, según el canal de cable que la pasara, dio un brutal ejemplo de posverdad.

 La historia cuenta un proceso electoral en EEUU, donde el presidente compite por su reelección, pero a diez días del comicio trasciende un escándalo sexual que lo involucra, que de tomar estado público resultaría letal para sus aspiraciones. Resuelven entonces una contraofensiva.  Su asesor de comunicación, personificado por Robert De Niro convoca a un famoso productor de Hollywood, Dustin Hoffman y entre ambos deciden inventar una guerra con Albania, un país remoto y pequeño, desconocido por la mayoría de los estadounidenses, con el propósito de combatir amenazas terroristas. Nada mejor, para tapar una mala noticia que afecta al gobierno, que otra mala noticia, pero peor.

El conflicto sólo se verá en la tv, más la información a la prensa gráfica convenientemente dosificada. Su realización es tan eficaz, que el protagonista de un abuso sexual a una menor en la Casa Blanca,  logra su reelección por amplísimo margen. Por su parte, el productor pretende un reconocimiento público, porque el triunfo logrado es su obra maestra. Quiere que el mundo lo sepa, lo cual obviamente no es posible. Entonces en la última secuencia del  film, se muestra al presidente reelecto pronunciando un panegírico del productor… en su sepelio.

Sin embargo, la ficción no es peor que  la realidad, como podemos apreciar a continuación, en casos  que efectivamente sucedieron,  donde la   posverdad  alcanzará una dimensión inusitada.

“Armas de Destrucción Masiva”

 Luego de los atentados en las Torres Gemelas el gobierno de G.W.Bush denuncia la existencia de armas de destrucción masiva en Irak e inicia una campaña internacional de presión  en la ONU, la Unión Europea y OTAN, con fuerte repercusión mediática en todo el mundo, basada en los supuestos informes de inteligencia que daban cuenta de un importante arsenal en manos  del régimen de Saddam Hussein. Entre otros mandatarios apoyaron activamente esta campaña  Tony  Blair de Gran Bretaña, José María Aznar de España y Silvio Berlusconi de Italia. El resultado fue la integración de una gran fuerza militar hegemonizada por EEUU con participación  menor de miembros  de la OTAN y en 2003 invadieron Irak, donde se encuentran hasta hoy.

Las consecuencias fueron más de 250.000 muertos, entre ellos Saddam Hussein y el país destruido, literalmente. Cualquier usuario de Internet puede buscar Mosul, por ejemplo y podrá ver fotografías y la destrucción causada.  Las armas de destrucción masiva nunca fueron encontradas.  Pero su petróleo está ahora en manos occidentales. Sobran los informes, entre ellos los de la BBC, que al cabo de los años,  reconocieron que los datos de inteligencia para justificar la invasión eran falsos.

“Dolce Vita y Hambre”

El año 2008 la presidenta argentina Cristina Fernández visita Roma para participar en la cumbre mundial de la FAO, sobre el hambre en el mundo. El diario Italiano Corriere della Sera  publicó  entonces una nota titulada “Dolce Vita y Hambre”, en la que afirmaba que la mandataria había aprovechado la ocasión para realizar fastuosas compras de joyas y relojes en la famosa casa Bulgari, por una suma superior a 180 mil euros y también sábanas de lujo en Pratessi,  una reconocida tienda textil romana.

En la Argentina el diario La Nación replicó íntegramente aquella nota  y  luego fue tomada también por el grupo multimediático  Clarín,   que en los próximos años se encargaría de recordarlo en cuanta oportunidad hubiera.

Por su parte, la mandataria inició una demanda contra el diario italiano y recién en octubre de 2015 la Corte de Apelaciones de Roma confirmó la totalidad del fallo de primera instancia que condenó al diario, su director y a la periodista que había escrito la nota. La condena fue por “difamación con real malicia”. La doctrina de la Real Malicia se aplica cuando un medio difunde una noticia falsa intencionalmente.  El diario debió abonar 41 mil euros que fueron donados al Hospital de Niños de La Plata. El director del diario y la periodista recibieron una multa. Pero, como sucede en estos casos, ya era tarde y el daño estaba hecho.

”Desinformación y Fake News”

Ahora, la posverdad se actualiza con nuevos recursos comunicacionales a través de las redes sociales y aparece en escena una compañía de origen británico denominada Cambridge Analytica. Un ex empleado de esta firma  denunció manipulación de datos para influir en campañas a través de redes sociales como Facebook y otras, con diversas técnicas de desinformación, fake news, trolls, etc. Por ello, su CEO Alexander Nix debió prestar declaración ante el Comité de Cultura del Parlamento británico en una causa relacionada con el Brexit, como se conoce al proceso de salida de Gran Bretaña, de la Unión Europea.

 En julio pasado el Comité publicó su primer informe titulado Desinformación y Fake News y sorpresivamente,  en ese informe surge una referencia directa a la campaña electoral de Argentina el año 2015 relacionándola con la manipulación de datos que hicieron en las campañas de Donald Trump en pleno proceso de investigación y por cierto,  del Brexit británico. Sobre su contratante en Argentina, Alexander Nix lo mantuvo en reserva, aunque es obvio inferir que no se trataba del anterior gobierno.

“Conclusión… por ahora”

El semiólogo holandés Teun van Dijk, profesor de Análisis Crítico del Discurso en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha trabajado mucho sobre los abusos de poder que se cometen con el discurso. En su libro Ideología y Discurso dice que “uno de los recursos sociales más importantes del poder contemporáneo es el acceso al discurso público. Quién controla el discurso público, controla indirectamente la mente (incluida la ideología) de las personas y, por lo tanto, también sus prácticas sociales”.

“Por consiguiente, si definimos el poder en términos de control que un grupo ejerce sobre (las acciones de los miembros) de otro grupo, las ideologías funcionan como la dimensión mental de esta forma de control. Es decir, las ideologías son la base de las prácticas de los miembros de un grupo dominante. Proporcionan los principios con que justificar, legitimar o aceptar el abuso de poder”.

Lo cierto es que la posverdad, no obstante el maquillaje que intenta darle un perfil más serio o académico, para que la manipulación o el engaño sean más discretos, con anestesia,  no aporta nada novedoso.

 El historiador Fermín Chávez cuenta que  en un discurso por radio, el 20 de agosto de 1947, Juan D. Perón recordaba y aleccionaba: “Yo no he de olvidar jamás una lección que recibí cuando era niño. Discutía yo con una persona mayor sobre la veracidad de cierta información por haberla leído en un diario. Esa persona tenía un perro al que llamaba León. Mire amigo: le digo León y viene, pero no es león es perro. Desde entonces, cuando leo o me dicen algo, lo primero que hago es discurrir por mí, si ello es o no. No sea que digan que es león y luego resulte perro”.

Y aquí podrían comenzar a encontrarse el león, el perro y la posverdad, porque para el lunfardo, la expresión “meter el perro” se utiliza para señalar un engaño o una defraudación.

La pregunta que cabe en este marco, es qué chance tiene el ciudadano de a pie para contrarrestar lo que enuncia  Teun van Dijk sobre los abusos en el discurso y evitar que nuestra subjetividad sea colonizada.

 Creo esencialmente en las respuestas colectivas, no individuales. Pero al menos, para comenzar, debiéramos tener siempre en tensión  nuestro pensamiento crítico.  De ese modo podríamos evitar la confusión que propone la posverdad, entre cánidos y félidos.  Para que el león sea león y el perro, perro. 

Licenciado Juan Filippin

Ciencias de la Información UNLP

filippinjuan@gmail.com

 


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