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AMPLIAREl genocida Pinochet

Indiferencia como castigo a Pinochet, ningún homenaje

Los últimos días del dictador chileno Augusto Pinochet reaparecieron como fantasmas en reportajes televisivos, a 10 años de su muerte.El dictador genocida no tiene quien lo defienda.

Detalles.

A falta de un juicio, una condena o una mínima justicia con los más de 3.000 muertos y 40 mil torturados durante su gestión, el olvido se ha convertido en el castigo social. Ni una calle lleva su nombre y la avenida 11 de septiembre -un homenaje al golpe- fue borrada. Su homónimo primogénito se quejó de que a Pinochet "le destruyeron su imagen y hasta lo sacaron de la historia".

El hombre que se mantuvo por más tiempo en el poder (1973-1990) y en la comandancia en jefe del Ejército (1973-1998) murió en 2006, irónicamente un 10 de diciembre, Día de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dos semanas antes había cumplido 91 años. Pero acumulaba una larga lista de enfermedades -diabetes, afecciones cardíacas, demencia senil- que obligaron a ingresarlo en el Hospital Militar, donde se produjo su deceso, un domingo, pasadas las dos de la tarde. El año anterior, el 25 de noviembre de 2005, había celebrado 90 años con una fiesta colosal en su casa de La Dehesa, en el este de la ciudad de Santiago. Su vida transcurría entre la capital chilena y el predio de Los Boldos -51 hectáreas a 100 kilómetros al sur de la ciudad- donde se refugió en 2003 tras renunciar a un cupo en el Parlamento como senador vitalicio a cambio del sobreseimiento, por razones de salud, de los crímenes cometidos por la llamada Caravana de la Muerte.

Aquel brutal hecho, marcó el inicio del mandato del dictador, a solo una semana de haber perpetrado el golpe militar contra el presidente Salvador Allende.

Pinochet pudo haber tenido un pasar tranquilo tras dejar la jefatura de Ejército, en marzo de 1998. Sin embargo, se obsesionó con ir a Londres a practicarse una cirugía de columna, desoyendo los consejos de asesores. Mientras se recuperaba de la intervención en The London Clinic, el juez español Baltazar Garzón emitió en su contra una orden internacional de captura por las muertes de españoles ocurridas entre 1973 y 1983. Scotland Yard llegó hasta el establecimiento y por medio de una traductora le dijo: "Está usted arrestado", y ante la pregunta de si entendía la situación respondió afirmativamente. Ese día no sólo marcó el futuro de Pinochet sino que tuvo un profundo impacto en Chile, al ver la caída de un "intocable". Los 503 días de arresto de Pinochet en Londres provocaron una profunda conmoción, pese al arreglo político de aceptar las "razones de salud" que impidieron su extradición a España.

A su regreso, lo despojaron del fuero parlamentario y comenzó a ser juzgado, pero la Corte Suprema lo absolvió en 2003, aduciendo que no estaba en condiciones de enfrentar un debido proceso. Pinochet se retiró entonces a Bucalemu, a 100 kilómetros de Santiago, donde se enteró que el senado de Estados Unidos había descubierto sus cuentas ocultas bajo seudónimos en el Riggs Bank por unos 24 millones de dólares. La imagen del militar austero se hizo pedazos entre sus incondicionales: el banco registró movimientos donde aparecían su esposa y sus cinco hijos. La derecha tomó distancia, "lo abandonó antes", contó Augusto Pinochet Hiriart a Televisión Nacional (TVN). El Ejército tampoco quiso seguir vinculado a su figura. El general Ricardo Izurieta, hace 10 años al frente de la fuerza, rechazó que el ánfora con sus cenizas fuera depositada en la Escuela Militar. "Por una razón muy sencilla, nadie se encuentra enterrado en ese lugar", dijo entonces Izurrieta. Eduardo Contreras, el primer abogado en presentar una querella por genocidio contra Pinochet en 1998, recordó que el dictador murió "no como héroe" sino "procesado y bajo arresto provisional". Por su parte, el juez Baltazar Garzón explicó que el hecho de que "no llegara a España es lo de menos". Subrayó que la detención del dictador terminó con la impunidad y sostuvo que si no fue juzgado "es porque se murió". Pinochet falleció sin reconocer jamás sus crímenes y se negó a pedir perdón: "El perdón tienen que pedírmelo ellos a mí", señaló a una periodista de Miami.