Querido diario: El vientito y las nubes de hoy colaboraron para que una especial somnolencia me invada. Durante toda la jornada no paré de bostezar a pesar de que tomé tres cafés, entre las 8 y las 13. Esto se debe a que termina una semana agotadora. Es viernes, mi último día laboral hasta el lunes que volveré a la oficina a llenar papeles, sellar facturas, recibir expedientes.
Cuento completo
29 de junio del 2012
Querido diario
El vientito y las nubes de hoy colaboraron para que una especial somnolencia me invada. Durante toda la jornada no paré de bostezar a pesar de que tomé tres tazas de cafés, entre las 8 y las 13. Esto debido a que se termina una semana agotadora. Es viernes, mi último día laboral, hasta el lunes que volveré a la oficina a llenar papeles, sellar facturas, recibir expedientes.
Mi hija mayor que no hace mucho tiempo se recibió de pedagoga me solicitó, el lunes, dinero puesto que se quedó sin efectivo. Le adeudan dos meses de salario y si este mes no pagaba el alquiler las cosas se le iban a complicar sobremanera. Por eso acudió a mi. Los hijos saben que siempre pueden contar con sus padres para lo que necesiten. A decir verdad, no soy un hombre con problemas económicos. Tengo una economía estable, trabajo para el Estado desde hace 20 años, no soy aficionado al consumismo, sin embargo, esta vez estoy complicado. Semanas atrás compré un auto y se fueron mis ahorros, además le presté dinero a una gran amiga que necesitaba para unos estudios de salud. Estamos a fin de mes y a pesar de que cobramos el aguinaldo tengo la soga al cuello.
El martes al mediodía mi hija fue a casa, almorzamos juntos y le entregué lo que me había pedido. Eran 2.100 pesos, un numerito nada despreciable. Conversamos un rato, distendidamente, la pasamos bien. Con Natalia nos llevamos excelente, además de nuestra natural relación, somos compañeros, nos tenemos mutua confianza. El día transcurrió sin pena ni gloria. Trasnoché viendo cine.
Al igual que el jueves, el miércoles fue un día primaveral. Cerca del mediodía un trámite personal hizo que transitara por el Parque 9 de Julio. Ubicado en la zona del Lago un hombre vendía mandarinas, hacía años que no me deleitaba comiéndolas a sus orillas. Me senté con las piernas cruzadas en el pastito y disfruté del apacible oásis. El trámite estaba cumplido. Almorcé mandarinas. Esto ocurrió el jueves. El miércoles a la noche no dormí bien. A mi mejor amigo lo habían detenido por fumarse un porro en la vía pública. Tuve que ir a sacarlo, el chiste me costó 300 pesos. Pero las mandarinas me sirvieron para relajarme, pero eso duró solo unas horas. En la tarde del jueves me llama mamá diciendo que se sentía muy mal así que hubo que internarla de urgencia. La obra social reconoció parte de los gastos, pero entre una y otra cosa se me fue una luquita más del bolsillo. Esa noche me quedé en el sanatorio y de ahí al laburo.
Hace años que no me encuentro en una situación de estas características, las tuve y en varias ocasiones, pero ya no me acordaba de estas vicisitudes, hasta que me volvió a suceder. Aunque no es tan trágico, el mes que viene, que comienza el lunes ya volveré a cobrar así que no me preocupo demasiado, incluso para cualquier emergencia puedo utilizar la tarjeta de crédito.
Hoy es viernes y las opciones de recreación no son pocas, me invitaron al cine, a ver el estreno de una obra de teatro, a un recital de jazz. Mañana unos amigos organizaron una fiesta memorable a pura cumbia, de la cual tampoco estaré ausente.
Tengo sueño. Mucho sueño.
Continuará...
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