Enviar Nota | Imprimir

AMPLIARGran parte de la tierra del pueblo Xokleng vendida a los cultivadores de tabaco

Los derechos indígenas de Brasil dependen de la batalla legal de una tribu

Empujados a un rincón degradado de sus tierras ancestrales, el pueblo Xokleng del sur de Brasil espera ansiosamente un fallo de la Corte Suprema que podría restaurar el territorio que perdieron hace décadas.

Sigue.

Sentados junto a una estufa de leña, los ancianos de Xokleng recuerdan los días en que abundaban los peces y la caza alimentaban a sus familias, antes de que el estado vendiera la mayor parte de sus tierras fértiles a los cultivadores de tabaco en la década de 1950.

Ahora los Xokleng rezan para que los tribunales brasileños cumplan la profecía de un chamán moribundo de que algún día recuperarían sus tierras.

El miércoles, el tribunal superior de Brasilia decidirá si el gobierno del estado de Santa Catarina ha aplicado una interpretación demasiado estrecha de los derechos indígenas al reconocer únicamente las tierras tribales ocupadas por comunidades nativas en el momento en que se ratificó la constitución de Brasil en 1988.

El caso se desató cuando el gobierno estatal utilizó esa interpretación para desalojar a un grupo de Xokleng de una reserva natural en sus tierras ancestrales. La decisión fue apelada por la agencia de asuntos indígenas de Brasil, Funai, en nombre de Xokleng.

Fue "otro intento de eliminarnos", dijo Brasilio Pripra, un líder comunitario de 63 años. "Nuestra gente ha vivido aquí durante miles de años".

El procurador general del estado, Alisson de Bom de Souza, quien representará a Santa Catarina en la corte el miércoles, dijo que buscaba una decisión que respete los derechos indígenas sin dañar otros derechos constitucionales de los brasileños.

Los Xokleng fueron retirados de sus cotos de caza tradicionales hace más de un siglo para dejar espacio a los colonos europeos, en su mayoría alemanes que huían de la agitación económica y política.

En un momento dado, el Estado premió la matanza de indígenas y los mercenarios recolectaron las orejas de los nativos muertos, una historia dolorosa documentada por antropólogos y transmitida de generación en generación.

"Antes nos mataban con pistolas, ahora nos matan de un plumazo", dijo João Paté, ex 'cacique' o jefe.

BAILE Y ORACION

Decididos a mantener vivas sus tradiciones, los Xokleng se reúnen alrededor de las hogueras por la noche para contar historias en su propio idioma y mantener sus rituales de danza y oración, a veces pintando los rostros de sus pequeños.

Todavía comparten su comida en comidas comunales, pero la carne que asan se compra fuera de la reserva, ya que carecen de tierra suficiente para cazar o criar ganado.

"No podemos plantar alimentos viviendo en este agujero. Quieren deshacerse de nosotros. No les agradamos", dijo Vanda Kamlem, de 87 años, rodeada de sus seis nietos. Vanda recuerda los días en que recolectaba piñones de los abundantes pinos Araucaria, conocidos como araucarias.

Ahora, los bosques han sido talados y los peces se han vuelto escasos a medida que los ríos se nublan, dijo.

"Los colonos se movieron lentamente, tomando el control. Construyeron dos aserraderos y devastaron el lugar", dijo Paté, un pastor evangélico con gafas que dirige los servicios en la iglesia comunitaria. Dice que la palabra de Dios salvó a los Xokleng del alcoholismo que se generalizó en la década de 1950.

Los Xokleng cuentan hoy en día con unas 3.000 personas, que se apiñan en sus 14.156 hectáreas de territorio montañoso, donde los deslizamientos de tierra amenazan los hogares y la mayoría de las tierras son demasiado empinadas para la agricultura.

Afirman otras 24.000 hectáreas (9.300 millas cuadradas) de un rico país tabacalero que, según dicen, les perteneció durante siglos antes de que los colonos se mudaran.

Si la decisión del miércoles es favorable a los Xokleng, más de 800 familias de minifundios se enfrentan al "caos" y "sin futuro", dijo Tarcisio Boeing, de 65 años, que cultiva 50 hectáreas que ha pertenecido a su familia de ascendencia alemana durante más de un siglo.

"Esta tierra fue comprada y tenemos títulos", dijo Chico Jeremias, de 61 años, quien dice que su abuelo alemán llegó hace un siglo y le dejó 27 hectáreas que cultiva con sus cuatro hijos.

"Si la corte decide extender la tierra indígena, ¿adónde irán estos agricultores familiares? ... Esto se convertirá en una tierra sin ley", dijo.

En todo Brasil, el fallo de la Corte Suprema afectará a cientos de reclamos de tierras indígenas, muchos de los cuales ofrecen un baluarte contra la deforestación en la selva amazónica.

Una derrota en los tribunales para los Xokleng podría sentar un precedente para el dramático retroceso de los derechos nativos que defiende el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro. Dice que muy pocos indígenas viven en demasiadas tierras en Brasil, lo que bloquea la expansión agrícola.

Los intereses agrícolas poderosos tendrían un fundamento legal más firme para desafiar los reclamos de tierras indígenas y el Congreso tendría luz verde para escribir una definición restrictiva de tierras indígenas en la ley federal.

Si pierden su caso, los Xokleng más jóvenes dicen que continuarán la lucha. "Estamos aquí y resistiremos hasta el final. Esta lucha no terminará", dijo Lázaro Kamlem, de 47 años.

Es descendiente de Shaman Kamlem, el curandero de Xokleng que dijo en su lecho de muerte en 1925 que perderían su tierra a manos de los "hombres blancos", pero que algún día la recuperarían.